lunes, 14 de diciembre de 2009

El sembarco de la telepolítica

Ha triunfado la política de la televisión y de los nuevos tiempos, esa política posmoderna de las sonrisas puestas en carteles donde los partidos políticos son meros especuladores de cifras más y cifras menos. El arcoiris ya no da esas tonalidades alegres y vigorosas de años atrás y ha sido reemplazada por una imagen grisácea del descontento y la apatía. Señoras y señores, electoras y electores, hemos asistido casi de manera definitiva al espectáculo de los nuevos tiempos, al desembarco definitivo de la derecha más ambigua y peligrosa de todas, a esa derecha que permanentemente irrumpe con la fastuosidad del dinero ganado a costa de los trabajadores más humildes de nuestro país, a esa derecha que ha sabido enquistarse en los sectores más desposeídos y, a costa del pragmatismo de la caja de mercadería que incluye un paquete de tallarines nº 5 y dos salsas de tomate, no solo ha conquistado consciencias si no que también se ha apoderado del discurso de la necesidad del más pobre, del cesante y de la clase media.

Piñera, Lavín, Kast, Longueira, la conductora de televisión y ex vedette Andrea Molina, Lily Pérez, Moreira, los díscolos de Schaulsohn y el ex allendista y concertacionista Fernando Flores nos demostraron que sí están allí, y que han venido para quedarse no solo con lo poco que nos queda de país si no también con el pedazo gris del arcoiris que por errores propios la Concertación no pudo mantener. Han desembarcado – casi – para reestructurar las débiles leyes laborales y flexibilizar aún más el empleo. A ellos nunca les afectó la crisis económica y jamás se interesaron en lo más mínimo los derechos libertarios de los ciudadanos. Han llegado para retomarlo todo, para afianzar una vez más el poder y la corruptela de los negociados de las multinacionales en donde sí tienen muy buenas intenciones de que todo, absolutamente todo, les resulte de maravilla y que, como versa el modelo neoliberal que propugnan a los vientos y sin asco les reporte las ganancias.

La culpa es mía y de todos quienes callamos durante años; mía y de todos quienes no salimos a la calle a manifestar el descontento por los bajos sueldos, por las indignas limitaciones que nos pusieron para entrar a la Universidad. La culpa es mía, insisto, por que no me inscribí a un partido político y por que dejé de preocuparme por el país, de su política y de su clase política que detenta el poder y luego lo traspasa a los familiares más cercanos como son ejemplos dignos la nueva dinastía Sabat en Ñuñoa.

¿Qué vamos hacer con Frei? La verdad ni idea. Primero por que lo habíamos jubilado a fines de la crisis del 98. Pensamos que ya estaba pasado de moda y que su aspecto de hombre se desaparecería completamente. No lo vimos llegar y llegó. No nos queda otra que votar por este simpático hombrecillo, lleno de cercanía y espontaneidad que ya se lo quisiera cualquier bailarín de raeggetón en su team de verano. Por Zeus que blasfemia más grande. Es el mal peor, el candidato que hizo que casas Copeva y el jucio al dictador Pinochet en Inglaterra aparecieran en primera página del diaro LUN. ¡Yo no quiero votar por él pero para impedir que llegue la casta Piñerista estoy dispuesto a transar, una vez más! La pregunta es si esta nueva izquierda que acaba de aparecer estará dispuesta. Mal peor. Muy peor. Pero qué diablos. NO A PIÑERA. Quiero que esta teleserie se acabe y que por fin, y de verdad lo espero, el arcoiris aparezca en el horizonte.