jueves, 14 de octubre de 2010

Yo, el mundo y los otros

Del aprovechamiento es el reino de los hombres. Del sufrimiento ajeno se construyen las identidades de los otros; del morbo sobre el morbo, del oscultamiento en la intimidad de los otros se construirán, en un futuro, las historias de hombres valientes.

Después de todo, de varios días de contactos vía microondas y angustiantes caras de modelos y reporteros de televisión que expresaban, con suma singularidad, el dolor y la desesperación, los mineros fueron sacados de la tierra, extraídos de ella tal como la técnica y el poder quería: con show y transmisión en vivo y en directo.

Está más claro que nunca que esta nueva forma de gobernar siempre privilegiará el espectáculo en vez de la necesaria y profunda reflexión; esta nueva forma de gobernar que privilegiará siempre la tele - realidad en vez de la realidad misma, esa que nos muestra descarnadamente quienes somos en realidad; esa nueva forma de gobernar que prefiere siempre ensuciar con billetes frescos la hazaña de hombres que, atrapados, simplemente hicieron el acto más humilde de todos: sobrevivir.

Durante días, semanas y meses, asistimos al espectáculo de la jibarización de los discursos humanos en donde la humildad dejó paso a la soberbia, en donde la verdad solo será la excusa para el aprovechamiento de quienes buscarán, en un futuro no muy lejano, el poder, la consagración y el vituperio de la masa. Como espectadores de sofá, nos inclinaremos diariamente para ver como esa cajita infeliz nos muestra la representación de la tragedia al ritmo del reggaeton y de la pachanga de los programas de televisión.

Sin embargo, yo sigo pensando en ellos, los otros, los mineros. Para ellos ya nada será igual. Del foso a la luz y del anonimato a la “consagración”. Seguramente se les dará el nombramiento de hijos ilustres de comunas rurales que no tienen hazañas magníficas, seguramente los mismos medios, harán de esta aventura de sobrevivir, una agonía en cuerpo sobre cuerpo.

Los medios de comunicación de masas indagarán en la intimidad de cada uno de ellos; se venderán pósteres, álbunes, imágenes coleccionables en el “TV. Gramma” y el “Mc. Donnal’s” lanzará figuritas coleccionables de los mineros, cosa que los niños pequeños vayan corriendo a comprar la hamburguesa que le viene asociada. Por su parte “El Mercurio” lanzará un reportaje a página completa del presidente abriendo las manos y diciendo “bienvenidos muchachos”. El diario “Las últimas Noticias” escarbará, a páginas completas, sobre la vida marital del minero que osó (sí, osó) en engañar a su esposa sureña con una nortina que, esperanzada, aguardaba el amor indigno de un minero que seguramente quería seguir en el fondo de la mina.

Nada va a cambiar en demasía. Seguiremos durante días y meses las actividades de un presidente que se fagocitará en invitar a cada uno de ellos a jugar una pichanga en el Palacio de la Moneda. Seguiremos asistiendo al espectáculo oprobioso de los familiares raspando lo que quede de la olla. Más de alguno de los mineros, que no quedaron atrapados debajo de las rocas, se lamentará aún de no ser un mártir más, de no haber sido uno de ellos, uno de los 33 de Atacama, uno de los otros, uno de ellos.