Me desconcierta el triunfo de Piñera por una simple y gran razón: ¿cómo ganó? No fue precisamente por que era un “excelente” candidato sino por que, con gestos muy prácticos, convenció al electorado más servil de todos: al electorado aspiracional, el que, sin un mínimo de reconocimiento a las obras pasadas, se empezó a juntar en el mall Plaza Vespucio a disfrutar de happy hours y trozos de Pizza a $ 1500. Claro, es evidente que mucho influyó Frei a esto, ¿Pero Piñera? Bien práctico: se compró Colo – Colo y Chilevisión y con eso se aseguró estar en portada. Es evidente que se desmarcó de grandes posturas ideológicas: Hizo que ser empresario exitoso se transformara en la “aspiración” de ese electorado. ¿Qué aspira dicho electorado? Trabajar, ganar plata sin pensar mucho en nada. Digo nada, no como una contradicción a algo si no que simplemente nada. La casa aspirada como si fuera el maná que brota del dios neoliberal y sin pensar mucho en los años de torturas y de despojamiento a mansalva. Ese electorado aspiracional, que ahora está celebrando, ni siquiera sabe lo que en realidad se le espera: la privatización del aire. Es obvio pensarlo, por que si lo vemos desde la lógica de Piñera, ser político es, no solo una oportunidad de aparecer en la historia del Chile republicano, si no que también es una gran chance de hacer negocios (lícitos e ilícitos, da lo mismo) y de hacer del ciudadano aspiracional el cliente a futuro, el cliente perfecto. Los niños de hoy, de esa nueva clase de chilenos, crecerá pensando que todo, absolutamente todo es perfectamente comprable, adquirible y rentable.
Bienvenidos chilenos a este nuevo Chile, en donde las bocinas de los triunfadores es el triunfo absoluto de la caída de las utopías de antaño; bienvenidos todos aquellos que creen que el ciudadano es parte de una gran multinacional y de tarjetas plásticas.