miércoles, 26 de enero de 2011

Para Cristóbal, horas antes de nacer

Hoy, 27 de enero de 2011, es un día especial. Es un día de esos donde la fecha no se pierde jamás, ni en el tiempo, ni en ningún laberinto: nace mi primer hijo y se llamará Cristóbal Eduardo. He pensado en él desde que supe que vendría y desde que supe que sería parte de mi propia existencia, que estará presente en mí desde siempre hasta el infinito. Pienso en él y en el mundo que heredará, en las películas que alguna vez verá, en los libros que descubrirá, en los amores que tendrá, en sus conquistas diarias y en sus pesadas frustraciones. Pienso en él como el chileno que será y a su vez en ese Chile que recibió de parte de quienes han forjado esta patria solemne.

Cristóbal alguna vez me preguntará por qué su mamá tuvo que trabajar mientras él estaba amamantando, me preguntará cuál era el oficio de su madre y por qué aún sigo pensando en ideales añejos que solo piden la justicia necesaria a esos años de despojos y maltratos de quienes mantienen el estatus quo. Seguramente descubrirá a Víctor Jara y sus canciones, indagará en mi historia y escarbará tras puntos seguidos y puntos aparte sobre sus padres, si estos fueron felices, si fue esperado y si su cuna, que lo está esperando, fue confeccionada con amor. Yo le responderé que con un terminante y rotundo SÍ.

Cuando crezca le diré lo bello que resulta respirar, descubrir mirando el día pasar, añorar la importancia de la cultura ancestral de los pueblos que fueron origen y que son parte de la sangre que recorre sus venas, de la importancia de la lengua escrita y hablada, de la necesidad de hacer comunión con otros hombres de bien, de las artes que abren el universo del conocimiento. Conocerá el mar, las olas, a Pablo de Rokha a Julio, al maestro Borges, a Gabriela que a esa altura dejará de ser un simple billete de cinco mil pesos; Descubrirá la importancia de la física de Newton y de cómo los griegos y los latinos le dieron la esencia necesaria para cuestionar.

Escribo esto para él, con el sueño de la vigilia de la espera que ya ha llegado a término.

Hijo, no te preocupes, estoy aquí presente ahora y siempre. Sé feliz, nada más te pido.

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